Alguna vez dijo Aristóteles: “El ser humano es un ser social por naturaleza”. La inmediatez, la facilidad, el bajo costo y la movilidad que nos brinda la tecnología digital, hace que nuestras relaciones con las marcas adquieran esa dimensión social, y puedan llegar a ser más humanas. Destacamos el detalle de “pueden llegar a ser”, ya que depende de cómo usemos la tecnología.
Hoy volvemos a maravillarnos con historias de otras personas. Los entornos digitales permiten volver a poner en el centro el diálogo. Las experiencias e historias se comparten generándose una relación entre iguales.
Hasta hace unos años el producto era un objeto que cumplía sus objetivos funcionales y daba una ganancia concreta a una empresa. Sin embargo hoy el producto es la excusa para una historia que cumplirá su ciclo y que dará una ganancia a una comunidad (además de por supuesto cumplir su función y dar una ganancia a una empresa).
Ya lo decían Joseph Pine y James Gilmore en “The Experience Economy” (La Economía de la Experiencia, 1998): “Como los bienes y servicios se han convertido en commodities, lo que tendrá valor son las experiencias que las empresas vayan a crear para sus clientes”.
Por ejemplo, una aplicación para celular/mobile no es sólo un punto de contacto entre la empresa y el cliente. Es una solución que busca optimizar los tiempos de las personas, buscando maximizar las satisfacciones que tenemos a lo largo del día. Así, los productos son el soporte que hace posible que se lleven a cabo las nuevas experiencias.
En definitiva, el producto deberá ser una solución a un problema, para que de esta manera: la historia continúe.
Gracias a que cada experiencia es importante y que ahora podemos compartirlas con otros, las marcas y los productos responden a lo que las personas realmente necesitan.